“Dar más confort a la gente y volverla más productiva, hacer del mundo un lugar mejor donde vivir… para siempre”. Willis H. Carrier.
Llega el verano, y con él, el calor y el principal problema de los edificios, el sobrecalentamiento.
Es entonces, cuando se vuelve una necesidad, que no un lujo, conseguir el confort térmico en el interior de las edificios (viviendas, oficinas, centros de salud, hospitales, colegios, etc.).
Trabajar en plena ola de calor sin un equipo que nos proporcione ese confort o esperar ansiosamente poder disfrutar de las vacaciones en la playa y que al tren que te lleva a tu destino no le funcione el aire acondicionado o que el hotel elegido o el apartamento alquilado, no tenga la climatización adecuada, son aspectos que pueden hacer que las vacaciones no empiecen del todo bien.
¿Cómo saber si estamos confortables o no? Cuando en un espacio hay una única persona, no hay duda, o está a gusto o no con un 100% de acierto. Pero, si en un mismo espacio conviven más personas, distintos condicionantes hacen que lo que algunos consideran cómodo o confortable, otros lo perciban de forma contraria.
Por ejemplo, en las oficinas en verano, donde unas personas van con sandalias y con los brazos u hombros al aire frente a otras con zapatos, calcetines y camisas cerradas e incluso chaquetas y corbatas. Es decir, esto ya conlleva que unos desearán subir la temperatura del sistema de climatización mientras que otros la querrán bajar.
Alcanzando el confort térmico
¿Con qué criterio se fija una temperatura para todos? Lo lógico será buscar el máximo de puntos comunes y satisfacer a ese máximo de personas, y eso está normalizado en la UNE EN ISO 7730 Ergonomía del ambiente térmico. Determinación analítica e interpretación del bienestar térmico mediante el cálculo de los índices PMV y PPD y los criterios de bienestar térmico local.
Esta norma permitió establecer el porcentaje de personas insatisfechas un procedimiento de cálculo analítico en función de variaciones de los parámetros del ambiente, del cuerpo humano y de la vestimenta.
Así mismo, el IDAE, Instituto para la Diversificación y el Ahorro, recomienda fijar el aire acondicionado en no menos de 26 grados y evitar mantener puertas o ventanas abiertas para eliminar pérdidas de energía, que conllevan consumos más elevados. También recuerda que, por cada grado que se disminuye la temperatura del aire acondicionado, se incrementa en un 8% el consumo de energía.
Por todo ello, ya no se concibe una instalación sin un equipo Bomba de Calor, capaz de proporcionar aire acondicionado, calefacción y/o producir agua caliente sanitaria. Además, es importante añadir que es una tecnología eficiente, que utiliza energía procedente de fuentes renovables y que reduce las emisiones de CO2, por lo que se ha convertido en la tecnología clave para contribuir a las políticas de descarbonización que fomenta la UE, con las que se pretende alcanzar, a través de los objetivos fijados desde el 2020 hasta el 2050 una economía baja en carbono y sostenible, para conseguir satisfacer las necesidades presentes de la población actual, sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.